Bichito de Selva
- The Naked Project
- 20 abr 2020
- 5 Min. de lectura
Él es un Bichito de selva, de esos que pueden caminar descalzos entre los matorrales y danzar entre ramas sin incomodarse por un segundo. De cuerpo atlético y a la vez fornido, cubierto por una ligera capa de vellos corporales, puestos en justa medida en aquellas zonas que le hacen ver varonil. Podría parecer tosco cuando se adentra a la naturaleza pero su sonrisa suaviza su fuerte andar. Vivía en un pueblo chico, donde la cantidad de habitantes eran un número insignificante comparado con la cantidad de lagos, arboles, y animales que le rodeaban. Un pueblo verde y tranquilo, tan tranquilo que al Bichito de selva no le quedaba más remedio que salir a explorar aquellos senderos naturales y despejados de gente que lo hacían conectarse con su interior. Conocía bien cada escondite existente en las afueras del pueblo.
Una noche llegó al poblado un pareja joven de fotógrafos, venían de muy lejos y si no fuese por la fuerte lluvia que cerró los cielos, es probable que nunca hubiesen decidido detenerse allí. Buscaron un hotel, el pueblo contaba con uno solo. Descargaron sus maletas y pidieron una habitación. En la recepción estaba trabajando el Bichito de selva, él toma sus datos y le sonríe a ambos, observa las cámaras profesionales que llevan consigo, les pregunta por su oficio, y sin mucha antesala les ofrece un tour a la mañana siguiente para captar la fauna y la flora local. La pareja acepta, les gustaba aprovechar los eventos inesperados. Van a su habitación y antes de dormir comentan entre ellos la atractiva sonrisa del amable joven de la recepción.

A la mañana siguiente, la pareja baja a desayunar y allí estaba Bichito de selva, con sus pantalones cortos, un remera blanca casi traslúcida y en su rostro un brillo de energía que combinaba con la mañana soleada. Los deja desayunar a solas, pero su energía los empuja a apresurar su ritual de desayuno para salir a explorar las afueras del pueblo. A Bichito de selva le costaba entablar conversación con ellos, caminaban cerca de Bichito, pero los forasteros eran parcos y tranquilos, la pareja parecía tener bien establecida su código de comunicación visual, con una mirada se decían de todo, pero Bichito de Selva era ajeno a esa conversación silenciosa. De vez en cuando se detenían a tomar foto a una flor, o a una que otra ave que se posaba sobre las ramas de los árboles.
Justo cuando Bichito de Selva comenzaba a arrepentirse de haber compartido sus lugares secretos dado el aburrimiento que sentía, escuchó la suave voz de uno de sus acompañantes, quien preguntaba si le gustaba que le tomaran fotos. Bichito sonríe y responde que no es modelo y que no sabe posar, pero la pareja le aclara que ellos no son fotógrafos de moda, sino de naturaleza, que lo único que les interesa es captar momentos honestos y reales en ambientes naturales. Bichito toma sus palabras como una invitación a ser libre, y les pregunta de forma llana y directa -¿qué quieren que haga?-, a lo que ellos responden -simplemente haz lo que haces cuando vienes a estos lugares-. En la mente de Bichito de Selva viene el recuerdo de tantas veces que caminaba desnudo, que dejaba su cuerpo a la vista de todos y de nadie. El recuerdo de los días que se masturbó tirado en el césped o de los días más afortunados donde algún turista se topaba con su desnudez. Bichito de Selva no sabía que tan libre podría ser frente a la cámara, lo único que sabía es que deseaba conocer mejor los cuerpos de la pareja extranjera, desde la noche anterior les había regalado su mejor sonrisa mientras miraba como se marcaban los bultos en el pantalón de cada uno.
Bichito de Selva se saca la remera, y deja a la vista su frondoso pecho, se seca con la misma remera las pequeñas gotas de sudor de su cuello y baja suavemente por su pecho y abdomen. Su respiración se acelera mientras desabotona el pantalón y baja la cremallera, deja caer su pantalón corto hasta los tobillos, Bichito no llevaba ropa interior, no acostumbraba a usar. Estando ahí, entre los árboles y los matorrales, se encuentra desnudo frente a la pareja que comienza a rodearle con la cámara, como si fuese un animal en extinción, le observan y capturan una foto de su peludo pecho, de sus manos ásperas y gruesas, de su ancha espalda, siguen tomando fotos con un interés que llena de excitación a Bichito de selva. Su largo pene, comienza a ponerse rígido, se va levantando poco a poco, se ve más grueso, más pesado, más firme. Se levanta como quien despierta de un largo sueño. Se levanta dejando entrever su rosada cabeza. Ante el hermoso espectáculo la pareja no deja de tomar fotos y se acercan a Bichito, ambos le rodean con admiración, y bichito nota como los pantalones de los fotógrafos anuncian una fuerte erección.
Bichito de selva, poco sabía de lentes y luces, tampoco sabía de ángulos o composición. Bichito solo sabía que su pene pedía a gritos ser apretado. Comienza a acariciar su cuerpo, y cierra los ojos, escucha las aves y el sonido de la cámara que no dejaba de registrar aquel momento íntimo. Con los ojos aún cerrados, siente como una lengua se posa en su pene. Siente perfectamente como la saliva va lubricando su miembro. Estaba más firme que nunca y se eriza al sentir que viaja hasta lo más profundo de la garganta. No abre los ojos, aún no quiere saber cuál de los fotógrafos se entregó a él, no saberlo le excita tanto como seguir escuchando el sonido de la cámara fotográfica. Inmóvil, en medio de la vegetación, siente como una mano acaricia su espalda y baja lentamente hasta posarse en sus glúteos. Se detiene el sonido de la cámara. ahora el silencio es interrumpido solo por las aves y la fuerte respiración de cada uno de ellos. Bichito suspira al mismo tiempo que una lengua viaja por el medio de su culo, está paralizado de placer mientras dos manos abren su culo para dejar entrar mejor la lengua que le acaricia el ano. Aquellos placeres eran nuevos para Bichito. No abría sus ojos, como si eso agudizará su sentido del tacto, se concentraba en disfrutar las lenguas que le recorrían y las manos que le acariciaban.

Con los ojos cerrados, Bichito abría poco a poco las piernas para dejar entrar la lengua, para sentir como era besado en la parte posterior de su ser, para que un dedo juguetón buscara llenarlo de placer. Le era difícil enfocarse entre su pene apretado por húmedos y calientes labios, o su culo penetrado por largos dedos. Aquellos dedos que solo abrieron espacio para dejar entrar un pene tan firme y robusto como el de él. Bichito estaba extasiado, sudado y agitado, nunca había experimentado tanto placer, piensa que va a explotar, pero antes toman su pene con firmeza para introducirlo entre dos abultadas nalgas, ahora siente como él penetra lentamente a uno de ellos, como aquellas nalgas se le aproximan para estar totalmente juntos, como si fuesen un solo cuerpo, los tres, conectados entre si, respiran y danzan en el bosque. Penetra y es penetrado, entran y salen, se besan el cuello, se tocan y se lamen. Se entregan los tres como si toda su vida hubieran esperado ese momento, como si sus cuerpos se conociesen del pasado. Bichito de selva estalla, y siente como la leche que sale de su cuerpo es remplazada por la que entra por su culo. Respiran, y se abrazan.
Abre los ojos Bichito de selva, y ve a su esposa sirviendo el café. Él sigue sentado en el sillón, escuchando los gritos de los nietos que jugaban en el balcón, y el ensordecedor tránsito de la ciudad. La esposa le pregunta, -viejo, ¿otra vez te dormiste sentado?- y él con una sonrisa bañada de arrugas le dice: -no es nada vieja, solo un recuerdo que me vino a la mente-.
Realmente espectacular. Las palabras, los silencios, el ritmo, la narrativa... hace que entremos en la misma ensoñación que el protagonista. Erótico, interesante, nostálgico, y profundamente social. Gran obra!
Realmente espectacular. Las palabras, los silencios, el ritmo, la narrativa... hace que entremos en la misma ensoñación que el protagonista. Erótico, interesante, nostálgico, y profundamente social. Gran obra!