Cuento al desnudo (la historia de Facundo)
- The Naked Project
- 13 abr 2020
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 20 abr 2020
Hola a toda nuestra querida comunidad nudista, hoy quisimos desnudarnos con las palabras y les traemos un interesante relato de lo que sucede en una cabina de masajes al momento de recibir un placentero masaje totalmente desnudo. Espero les guste y sus comentarios seguro nos dan fuerza para seguir publicando contenido.

Facundo
Con los ojos almendrados, ni muy claros ni muy oscuros, miraba con picardía y lleno de brillo mientras decía, -no seas malo, dejame-, mientras que yo tratando de ocultar la gracia que me producía verlo transformado en preadolescente le decía, -no Facundo, no podés tocarte aquí-.
Facundo llegó diciendo que era su primera vez, que nunca se había realizado un masaje. A pesar de su inexperiencia y fingida vergüenza, no dudó un segundo en quitarse toda la ropa y postrarse en la camilla a la espera de los placeres que dos manos le podían ofrecer. Antes de eso, alcancé a indagar un poco sobre su vida, solamente dijo ser contador. Y su cara lo corroboraba. Sus ojos caídos, por el peso de centenares de hojas de cálculo y problemas fiscales. Cansancio, burocratismo y falta de crema humectante hacían que Facundo, aparentara una década más de la que podía tener. Solo en sus ojos habitaba el niño curioso que antes de pensar en los números, se entretuvo tocando sus partes frente a desconocidos, o al menos es lo que pude imaginar.
Su cuerpo comenzó a danzar en movimientos cortos mientras le recorría los músculos, primero su espalda, la misma contracturada por horas de asientos baratos y calculadora con rollo de papel. Por gritos del jefe y tal vez por una esposa que, al igual que él, le había perdido la fé. La piernas un tanto gordas pero sensibles al tacto. Su barriga tensa, llena de comida chatarra, esa comida grasienta que le produce placer, que llena los vacíos que día a día crecen. Su estómago en definitiva es la zona consentida de Facundo, una vez puesta mis manos sobre esa panza color canela pálido, sus partes más blandas no dudaron en endurecerse, sus ojos abiertos como búhos me observaban implorando aprobación. No entendía esos suplicantes ojos enormes queriendo gritar, hasta que sus manos se posaron sobre su miembro y la velocidad de la luz comenzó a frotarse con desesperación, y en medio de la música zen mi voz se alzó entre gotas de agua y aves cantando para decir: -Facundo, ya basta-.
Pero Facundo reía, liberado de la calculadora, del jefe y la esposa. Liberado de sí mismo tocando su hombría, riendo y suplicando que lo dejara descargar aquellas cuentas que no cuadraban, aquel impuesto no pagado, aquella resignación de vivir la vida miserable que según sus cálculos le duraría al menos 38 años y 11 meses más.
Excelente contraposición entre lo miserable de vivir una vida de engaño y autoengaño, y la liberación de jugar con lo prohibido y anhelado; representada por la entremezcla juguetona de palabras pertenecientes a cada uno de sus mundos. Muy buen relato!
Excelente contraposición entre lo miserable de vivir una vida de engaño y autoengaño, y la liberación de jugar con lo prohibido y anhelado; representada por la entremezcla juguetona de palabras pertenecientes a cada uno de sus mundos. Muy buen relato!